Ayuda, Ayuda, Ayuda. ¿Ayudamos?, ¿Ayudais?, ¿Ayudan?



¿A quién es más probable que ayudemos?








El comportamiento de ayuda también está influido:
  • Por las caraterísticas de la persona que necesita dicha ayuda.
  • La literatura muestra que, en general, ayudamos más a quienes encontramos atractivos y/o nos gustan
  • A quienes son similares a nosotros, a las personas de nuestro propio grupo (aunque en esto existen importantes diferencias culturales, como hemos visto).
  • A quienes juzgamos merecedores de nuestra ayuda.
Respecto al atractivo físico, Benton, Karabenick y Lerner (1976) realizaron un estudio en el cual simulaban que una persona había dejado olvidada en una cabina de teléfonos una solicitud para ingresar en un instituto. El impreso estaba relleno y listo para ser enviado. Cuando la foto que aparecía en la solicitud correspondía a una persona atractiva había más probabilidad de que el que la encontrase la enviara (47%) que si no era atractiva (35%).
Para mostar el efecto que tiene el que otros nos gusten o no sobre la decisión de ayudarles, Shaw, Borough y Fink (1994) realizaron un estudio en el cual un hombre llamaba por teléfono a alguien y le aseguraba que lamentaba haberse equivocado de número. Le explicaba que estaba utilizando su última moneda y pedía el favor de que quién contestaba llamase al número correcto y diera un mensaje a su pareja. El teléfono al que debía llamar era en realidad el de otro cómplice del experimentador. En la mitad de los casos el que pedía el favor decia que su paeja era una mujer y en la otra mitad decía que su pareja era otro hombre (por lo tanto era homosexual). Cuando daba a entender que era homosexual, quien contestaba al teléfono ayudaba en menos ocasiones (tanto si éste era hombre como si era mujer) que cuando era heterosexual. Obviamente, en la época en que se realizó este estudio la actitud hacia la homosexualidad era bastante más negativa de lo que es ahora, pero nos sirve para ilustrar el mensaje que queríamos transmitir: ayudamos más a personas que nos gustan.

En cuanto a la semejanza, que, como hemos comprebado, está positivamente relacionada con la atracción interpersonal, también ejerce efectos beneficionsos en la conducta de ayuda. Así, se tiende a ayudar más a un extraño pero  que es del propio país (ya que al fin y al cabo, compartimos con él la pertenencia a una categoría, es decir, tenemos algo en común con él) que si además de extraño es extranjero, aunque a este respecto existen diferencias entre culturas. En general, si el que necesita ayuda es similar a nosotros tenderemos a ayudar, pero si no podemos hacerlo, o si el otro se nos parece demasiado, su problema nos puede recordar que eso mismo nos podría ocurrir a nosotros, lo que nos produce una desagradable sensación de amenaza, atribución defensiva. Para defendernos de ella, podemos distorsionar nuestra percepción de la otra persona, viéndola como diferente a nosotros (es decir, evitando o negando esa amenaza), o bien culparla de lo que le sucede, proceso que se conoce como atribución de responsabilidad a la víctima. Puesto que la probabilidad de ayudar a alguien suele ser mayor si su problema es debido a causas ajenas a él, al hacerle responsable nos distanciamos de esa persona y justificamos nuestra falta de solidaridad. Además, centrándonos en la causa de lo  ocurrido, controlamos la sensación de amenaza.

Una cuestión íntimamente ligado a la semejanza es la de la convivencia de las diferentes etnias y nacionalidades en las grandes ciudades debido a la inmigración. En un estudio clásico, Gaertner y Dovidio /1977) hicieron que un participante blanco escuchara "por casualidad" un accidente grave que sufría una persona que trataba de enviarle un mensaje desde una sala contigua a la suya. Las variables que se manipulaban en el estudio (VI) eran dos, con dos niveles cada una:
  • (1) el número de testigos (en unas condiciones el participante creía ser el único en haber oído el accidente; mientras que en otras se le decía que otras dos personas también lo habían oído)
  • (2) el grupo étnico de la víctima (en unos casos se decía que ésta era blanca y en otros que era negra).
Según el fenómeno de la difusión de responsabilidad (que consiste en la inhibición del comportamiento de ayuda ante la presencia de otras personas porque todos piensan que otro ayudará), los participantes deberían ayudar más a la víctima cuando creían estar solos, ya que no habría otras personas que pudieran hacerlo.

El resultado fue, efectivamente, que ayudaron más en la condición en que estaban solos (cumpliendo la hipótesis). Sin embargo, ayudaron más cuando creían que la víctima era negra que cuando creían que la víctima era blanca (en contra de la que cabía esperar a partir de los estudios sobre semejanza). No obstante, cuando creían que había otros dos observadores, ayudaron en más ocasiones cuando la víctima era blanca que cuando era negra (a pesar de estar influidos por la difusión de responsabilidad)


 Por tanto, sólo se confirma el efecto de semejanza cuando hay observadores. Gaertner y Dovidio interpretan que, cuando el sujeto cree ser el único testigo, la norma sobre lo que hay que hacer en esa situación está muy clara, y su propia imagen se vería perjudicada si violara las normas personales de obligación moral negándose a ayudar a alguien por ser de otro grupo étnico. Sin embargo, cuando hay más personas, no ayudar a la víctima puede justificare porque hay otros que pueden hacerlo (difusión de responsabilidad) en lugar de por racismo, con lo que las normas personales y la propia imagen como persona no racista quedan a salvo. Esta sería, precisamente, una manera de comportarse característica de los racistas aversivos.

En cuanto a la ayuda preferente a las personas del propio grupo frente a la que se presta a las de otros grupos, Levine, Prosser, Evans y Reicher (2005) mostraron que era posible conseguir que este tipo de discriminación disminuyese significativametne apelando a una categoría social de orden superior que fuese capaz de englobar  a más de un grupo. En concreto,  lograron que los participantes en su estudio, todos hinchas del Manchester United, ayudaran casi tanto a una víctima que llevaba una camiseta del Liverpool (el equipo rival) como a uno que vestía los colores de su propio equipo, y significativamente más que a una que llevaba una camiseta lisa. Por supuesto esto no fue así en el primer experimento, donde los participantes prácticamente ni se acercaban al hincha del Liverpool (en realidad un cómplice de los investigadores) que estaba tirado en el suelo retorciéndose de dolor. El cambio se produjo cuando se les hicieron salientes a los sujetos, mediante las instrucciones del experimentador, los aspectos positivos de ser un buen seguidor de un équipo de futbol. A partir de entonces, cualquiera que llevara la camiseta de un equipo de fútbol, fuera de Manchester o del Liverpool, se convertía en "uno de los nuestros". A pesar de este cambio sustancial en la conducta de los  participantes, el principio que la guía es el mismo: la gente está predispuesta a ayudar a los mienbros de su grupo. La diferencia está en cómo se defina el grupo. Por eso, una estrategia para conseguir que las persones estén dispuestas a ayudar a otras es resaltar identidades que sean inclusivas en lugar de exclusivas. Este es el objetivo de la estrategia de recategorización.

Por último, es más probable que las personas ayuden a quienes se considera que merecen ayuda, probablemente porque se activa la norma de responsabidad social. Bickman y Kamzan (1973) encontraron que en un supermercado era más probable dar dinero para comprar alimentos de primera necesidad que otro tipo de alimentos cuando alguien solicitaba ayuda. Piliavin, Rodin y Piliavin (1969) advirtieron que era más probable que se ayudase a una persona en el metro si parecía enferma que cuando parecía drogada. En este sentido, también se pueden hacer inferencias a través de la teoría de la atribución, como se ha comprobado. Es más probable que ayudemos a alguien si creemos que el problema que tiene está fuera de su control. Las atribuciones que hacemos afectan a nuestras reacciones emocionales hacia las persona que necesita ayuda. Por ejemplo, algunos estudios han indicado que los estudiantes mostraban más simpatía y menos irritación hacia un amigo que había tenido un problema académico que estaba fuera de su control, que cuando había sido responsable del problema. Pensemos en una situación en la que un amigo nuestro suspende un examen porque, aunque ha sacado un 5,5 sobre 10, el profesor decide que se aprueba a partir de la nota media de todo el grupo de clase (y en nuestro grupo la media fue de 6). Esa decisión estaría fuera de control de nuestro amigo. Sin embargo, imaginemos que hubiera sacado un 3,5 por no haber estudiado. Seguramente, nos será mucho más fácil empatizar conél en el primer caso que en el segundo.

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